El lado oscuro de la cosmética casera II

by - enero 31, 2020

Si no has leído la primera parte de El lado oscuro de la cosmética casera, te invito a que lo hagas haciendo clic aquí.

5. No se pueden alegar propiedades medicinales.


Una cosa es que digas que el aceite de tal planta tiene propiedades cosméticas como que es muy hidratante, que se absorbe rápido, y otra muy diferente es decir que tal jabón con tales ingredientes te va a curar el eczema. Si no eres un profesional del mundo de la salud (médico, farmacéutico, químico, etc.) no tienes potestad ninguna para alegar supuestos beneficios medicinales de ingredientes o productos. Y ahí reconoceré que es un error en el que hemos caído casi todos (la infusión de tal planta ayuda a bajar la tensión, es antiinflamatorio, etc.) pero no según una normativa europea de 2004, todo producto a base de plantas medicinales que no esté registrado como medicamento y que no haya sido autorizado por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios no puede anunciar que tiene propiedades para el tratamiento o la prevención de enfermedades. En muchos casos podemos incluso estar incurriendo en un delito contra la salud pública, especialmente cuando vendes estos productos sin autorización ninguna de las autoridades sanitarias (lo veo todos los días en Instagram). Mucho cuidado.

6. Nunca uses una receta de jabón sin confirmarla antes


Aquí no me refiero a que todo el mundo publique recetas incorrectas (que haberlos los hay). Puede que la persona que la publique esté usando una receta totalmente correcta, pero imagínate que comete una errata sin darse cuenta y te indica una cantidad diferente de algún ingrediente (por ejemplo la sosa). Por eso, muchos jaboneros con cierta ética jamás publican sus recetas en gramos exactos sino en porcentajes para evitar responsabilidades y obligarte a introducir esos datos en una calculadora de saponificación y que así compruebes tú misma si tu receta es correcta o no. Aunque la receta venga explicada con todo lujo de detalles, nunca está de más pasarla por una calculadora. La que siempre uso y me parece más fácil, útil e informativa, es la de Mendrulandia.

7. La cera de abejas no sirve para emulsionar cremas


Con la cera de abejas se pueden hacer montones de cosméticos anhidros como cacaos labiales, barras de masajes, bálsamos, etc. Hay muchísimas recetas por ahí de cremas con cera de abejas como único emulsionante, pero hay que dejar claro que por sí sola, no emulsiona.

Para comenzar, las emulsiones hechas con cera de abejas solo funcionan si se les añade bórax, sin embargo es un ingrediente que no creo que queráis usar ya que no es particularmente seguro según la Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas.

A veces en cremas tipo cold cream con una fase acuosa muy reducida, podrá parecer que la crema ha emulsionado, pero la realidad es que las gotitas de líquido permanecen suspendidas en la fase oleosa, dando una falsa impresión de crema emulsionada. La formula no será estable y con ese porcentaje de agua circulando libremente, hay altas posibilidades de contaminación, especialmente si no se ha usado un conservante fiable y de amplio espectro.

Marie del blog Humblebee and Me hizo un experimento en vídeo donde demostraba este punto:

8. Las cantidades van por peso, no por volumen.


Una receta bien redactada debe incluir las cantidades en gramos o en el porcentaje del peso, por ejemplo, una receta para una crema ultra básica podría ser así:

  • 84% de agua destilada
  • 5 % de cera emulsionante
  • 10% de aceite vegetal
  • 0,5% de fragancia
  • 0,5% conservante
Esto significa que para hacer 100 g de la crema necesitarías 84 g de agua, 5 g de cera emulsionante, 10 g de aceite, etc., y que en caso de querer hacer una cantidad mayor o menor puedes escalar las cantidades mediante una sencilla operación matemática (una regla de tres, por ejemplo, no hace falta un máster del MIT para eso).

Así es cómo se hace en el ámbito científico, ya que permite la mayor precisión a la hora de formular y replicar la receta.

Si una receta os viene expresada en medidas de volumen poco precisas como tazas, cucharas, vasos, etc., buscad otra. Por varios motivos:

  • ¿Y yo cómo sé que mis tazas/cucharas y las de la persona que publica la receta tienen la misma capacidad?
  • ¿Las cucharadas/tazas cómo son, colmadas, rasas...?
  • Las medidas de volumen son poco precisas en el sentido de que no siempre llenamos los instrumentos de medida igual, especialmente en productos no compactos como gránulos de cera, o en productos sólidos, ¿cómo medir una taza entera de manteca de karité, derritiéndola primero? ¿Y si la receta no requiere que la derritas?
  • Y si quieres escalar la receta y hacer una cantidad diferente a la receta original, ¿cómo lo haces? ¿Cómo medir 1/7 de una cucharada (por ejemplo) de manera precisa?
No obstante hay contadas excepciones en las que una pequeña variación e inexactitud en la cantidad de los ingredientes no altera demasiado el resultado final del producto ni su estabilidad, como por ejemplo: mezclas de aceites para el cuerpo o el cabello, bálsamos labiales, etc. Un gramo de más o de menos no va a hacer gran diferencia en un lote de  100 g de producto. Suele suceder con productos anhidros y con una composición muy simple.

¿Qué os ha parecido esta serie de puntos? ¿Estáis de acuerdo o en desacuerdo? Me gustaría conocer vuestra opinión al respecto en los comentarios.
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