Hace ya un par de añitos tomé la decisión de no comprar más perfumes hasta acabar por lo menos con la mitad de los que tenía. Tenía la mala costumbre de comprarme uno, usarlo una semana hasta que me cansaba de él, y vuelta a empezar, con lo que terminé acumulando frascos y frascos. El último que me he comprado en años fue uno de Yves Rocher del que ya hablé en esta entrada.

Pero lo cierto es que me he pasado años buscando el perfume perfecto, es decir, que cumpla para mí las siguientes características: que huela bien (obvio), que sea original (o sea, que no lo lleve casi nadie), que no sea empalagoso y que me dé ganas de usar siempre. Siempre me he hecho ilusión apoderarme de una fragancia y convertirla en mi olor personal, que cuando la gente lo huela en cualquier otra parte lo relacionen automáticamente conmigo.

Pues bien, hace cosa de tres años me entró el capricho de comprarme White Musk de The Body Shop. Lo había olido hacía muchísimos años en casa de mi hermana y me había fascinado su olor.



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